La historia de doña Margó: entre tés y cafés
Visitando uno de los pueblos más productivos de la región sur, San José
de Ocoa, nos encontramos con un personaje de esos que no se olvidan por
la grata primera impresión que causa y por el ejemplo de lucha y
subsistencia que encierra.
A sus 84 años doña Margó, como
cariñosamente le dicen a Margarita Martínez, labora alrededor de 11
horas corridas. Lo hace cuando casi todos duermen para ayudar con el
sustento de su familia. Su puesto de té de jengibre, café, cigarros y
pan, ubicado en la misma puerta de la iglesia Nuestra Señora de la
Altagracia y frente la glorieta del parque, es soporte de muchos
pueblerinos y visitantes que buscan calentarse en las frías noches de
Ocoa.
Doña Margó no sabe leer ni escribir, no recuerda el año
de su nacimiento, pero está segura que nació un 20 de enero en lo que
antes era Río Abajo, y que tiene 84 años. Sus padres la abandonaron
estando muy pequeña y fue su abuela Carmita quien la crió. A sus 14 años
se fue con su marido Regino que hoy cuenta con 99 años, con quien
procreó siete hijos.
Tiene tres varones y cuatro hembras, 47
nietos y 4 biznietos y todos se mantienen en condiciones humildes. Doña
Margó vive con dos de sus hijas. La menor de 34 años es quien más la
ayuda en los quehaceres de la casa y atendiendo a Regino su papá, que ya
no puede valerse por símismo. Su otra hija que vive con ella tiene 47
años y sufre de epilepsia, es su motivación principal para llegar a las
9:00 de la noche de un viernes, amanecer trabajando hasta las 8:00 de la
mañana de un sábado para volver a repetir su rutina de trabajo los
sábados y domingos.
Aunque sólo en Navidad y fiestas patronales
tiene mejores beneficios, doña Margó se ha mantenido por 47 años
ininterrumpidos en este trabajo, pues es la única opción que le permite
sostener su familia y comprar las medicinas para la enfermedad de su
hija, que afirmó son muy costosas para sus posibilidades. Sus
principales herramientas de trabajo son latas de aceite y de salsa de
tomate, un viejo y “sabio” termo de café, vasitos plásticos, anafe,
carbón y un palito para mover el té. El pan cuesta 4 pesos, té y café 10
y los cigarros cuestan 10. Le acompañan además un viejo abrigo y un
gorrito que cubre del frío su cabeza adornada con su larga trenza de
canas. Aunque no sabe explicar cuánto es su ganancia promedio por
noche, cree que son unos 400 pesos. Eso, al menos a mí me asombró. No
pudimos confirmar la suma, pues su capacidad de entendimiento llega
sólo a reconocer ciertas papeletas y monedas para devolver en cantidades
no muy altas. Tuvimos que explicarle un poco de números para que
entendiera que por lo menos la mitad de lo vendido debe quedarse con
ella como ganancia. Al día siguiente cuando la volvimos a ver nos
confesó que ciertamente habían diferencias en el colmado donde acudía a
comprar sus productos. Prometió estar más pendiente a la hora de sacar
costos y beneficios.
Las manos de doña Margó están muy
arrugadas y resecas. Su mirada inspira ternura y es de poco hablar.
Según sus propias palabras nunca ha sido maltratada en el pueblo, pues
la ven y tratan como la abuelita de todos. Que sirva este ejemplo de
vida de doña Margó para todos aquellos que viven quejándose aun teniendo
todo a su alcance, que sirva para levantarnos cada día y seguir
adelante sin reparar en las limitaciones de nuestro país. ¡ Nosotros
mismos sí podemos! Si alguien desea colaborar con ella puede hacertlo
llamando a su hija Mireya al 829-599-5104.
Copiado del periodico listin diario (la Vida) ..
0 comentarios:
Publicar un comentario